sábado, 21 de noviembre de 2009

Perdón por todo el tiempo que he pasado sin escribir, pero mi salud no me lo ha permitido, vuelvo con un poco más del diario de nuestro Lök.

Desde que tengo uso de razón he intentado ser cómo los demás, intentar destacar, pero en las mismas cosas que hacen los demás, no destacar por hacer cosas distintas, aunque fueran las que a mi me gustasen.

Cuando era pequeño jugaba como el resto de mis amigos al rugby, deporte adorado y venerado en la tierra donde vivo, Bretaña, los héroes de todos los niños son estos fornidos deportistas y todos quieren ser como ellos, yo no, aunque me pareciese un deporte noble y centenario y respeto a sus profesionales. Mi físico, bastante enquencle, no me permitía aguantar un partido entero recibiendo todos esos mamporros, asique a los 10 minutos de empezar ya estaba sentado en la banda y a pesar de que mis fingidos reproches al entrenador por la sustitución pudiesen llevar a equívoco, no estaba ni mucho menos apenado por abandonar el terreno de juego. Siempre he valorado el pundonor de quiénes lo practican, ver a deportistas luchar con todo su corazón en campos embarrados, por un escudo me ha parecido un acto de admirar, y muchas veces me he reprochado a mi mismo no sentirlo de esa manera, cómo lo hacían la mayoría de mis amigos o cómo lo hacía mi hermano pequeño, quién desde los 12 años se encuentra en París en una residencia para jóvenes talentos del rugby.

Me acuerdo que cuando yo tenía 15 años y todos mis amigos se habían besado ya con alguna chica, yo aún no lo había hecho, simplemente porque no me llamaba la atención, a mí no me importaba, pero parecía que al resto de mis amigos sí, continuamente me animaban a hacerlo y me buscaban chicas para ello, yo me encogía de hombros, realmente me daba igual esperar, no era tan importante como para tener que hacerlo inmediatamente, pero ante su insistencia cedí y si tenía que ser con alguien esa era Katell la cual me parecía la chica más guapa de cuantas había visto, tenía el pelo muy largo y liso de color negro, los ojos eran marrones y algo rasgados, sus dientes delanteros eran muy grandes, algo que a mí me llamaba poderosamente la atención, a pesar de que ella intentaba ocultarlo con los labios y eso me gustaba aún más, cómo se intuían esos grandes paletos a través del labio. Cuando hice la elección a mis amigos les sorprendió ya que sin parecerles una chica fea, pensaba que tenía unos dientes demasiados grandes y que eso le afeaba mucho, pero mi decisión estaba tomada, si tenía que besarme con alguien esa sería Katell.

Tras el transcurso de varios días y de negociaciones entre mis amigos y sus amigas, con notitas escritas por mi y ella, y varios intentos fallidos por culpa de mi cobardía que hasta hoy me persigue y que me hizo salir corriendo en más de una ocasión, quedamos finalmente un viernes a la salida del colegio, el plan era perfecto yo estaría en casa de mi mejor amigo Kristo'ch haciendo un trabajo
y Katell en casa de una de sus amigas. Estuvimos toda la tarde juntos hablando de unas cosas y otras, fue una de las conversaciones más sinceras que jamás haya tenido nunca, creo que ella sintió lo mismo. Finalmente no nos besamos, de vez en cuando repetíamos lo mismo, así mantenía yo intacta mi virilidad ante la imagen de mis amigos, pero sinceramente lo hacía porque con Katell sentía algo que no había sentido con nadie, me podía sincerar, contarle las cosas que un chico de 15 años tuviera en la cabeza y ella me escuchaba y me comprendía. Mi relación con Katell ha seguido intacta con el paso del tiempo asique más adelante hablaré más detalladamente sobre ella.

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